EL TIO PACO EL DELS BOUS
El tío Paco, tenía toro para montar a las vacas del pueblo. Era normal que, cuando el toro estaba agotado, por exceso de vacas, el tío Paco les dijese a los dueños de las vacas que tuviesen paciencia, que el toro no podía con ellas. Así le daban un descanso merecido al toro.
Un día, el Tío Paco no estaba en casa y la mujer, como otras veces, se hacía cargo de atender a las vacas. Los dueños que las traían, se mostraban también comprensivos y no ofrecían resistencia ninguna porque el toro estuviese agotado y no pudiese dar el servicio que requerían “las clientas”. Así que vino una mujer forastera con su vaca y cuando la mujer del tío Paco le dijo que el toro no podía montar a su vaca, le dijo ésta:
-No te preocupes por eso, que podemos solucionar el problema con un truco que te voy a enseñar.
¿Qué truco me vas a enseñar que yo no sepa? Cuando el toro está agotado, no puede con sus fuerzas y no puede correr a ninguna vaca. ¿Está claro?
-Fíate de mi, mujer, que no le pasará nada al toro y podremos hacer que cumpla con su obligación. Mientras amarro la vaca en su sitio, ve y tráeme un cepillo de esos que utilizamos para fregar las alpargatas.
La pobre mujer, no las tenía todas consigo. Pero ante la firmeza de la forastera, se decidió a buscar el cepillo de cerdas que le pedía.
En efecto, cuando la vaca estaba sujeta entre los barrotes, sacó el toro, lo acercó a la vaca y la mujer forastera cogió el cepillo y comenzó a fregarle suavemente en el cuello del todo. Le animó, se puso en forma y se decidió a montar a la vaca. Una vez terminó, la señora forastera pagó el servicio y se despidió tan contenta por haber conseguido que el toro del Tío Paco le hubiese corrido su vaca, estando agotado como lo estaba.
Unos años después, estando el toro agotado de tanto trabajo, el Tío Paco recibió a una señora forastera, que quería que el toro montase a su vaca. Se negó en redondo, argumentándole que el toro no podía con su alma. Que tuviese paciencia y que volviese otro día cuando el toro descansase.
La señora forastera le dijo al tío Paco:
-Tráeme un cepillo de esos de fregar las alparg…
El Tío Paco no se pudo esperar a que la mujer terminase de pedir el cepillo. Se le acercó, y apartándose el cuello de la camisa, le enseñó su cuello todo rojo e irritado, diciéndole:
¿Tú eres la del cepillo? ¡Mira como tengo el cuello, mala pécora!
FIN
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