DINERO DE LA REPÚBLICA


Cuando yo tenía ocho años, me llamó la atención que, en la parte trasera del tapizado del respaldo de una sillita de hacer las necesidades los niños, había un bulto cuadrado. Lo toqué y lo volví a tocar hasta convencerme de que aquel bulto sería interesante descubrir qué es lo que era. Cogí una hoz, rasgue el hule del tapizado y descubrí que era un buen fajo de dinero, en billetes de papel.
Lo saqué y lo quise contar, pero como no me salían las cuentas, me abrumé de entusiasmo y lo guardé. Lo tuve guardado unos días sin que nadie se diese cuenta de aquel feliz hallazgo. El “siete” que había rasgado detrás del respaldo de la sillita, quedó bastante disimulado y nadie se dio cuenta, porque la sillita no se utilizaba por aquellas fechas.
Como no pude guardar el secreto por muchos días, busqué con quien compartirlo. Nadie mejor que mis amigos. Bueno, en realidad no eran amigos míos, sino los amigos de mi hermano. Yo era veinte meses menor que él y no tenía amigos propios.
Les enseñé el fajo de billetes y se quedaron asombrados de ver tanto dinero junto. Uno de ellos, al ver que era dinero de la república y no lo podíamos gastar, nos dijo que no pasaba nada. Que pronto cambiaría el régimen y sería válido. Él lo había oído decir en su casa y nos alentó para que hiciésemos planes gastándolo en un equipaje de fútbol, con botas y balón incluido.
En ese momento, el tío Pascual el alguacil hizo sonar la trompetita para hacer el bando de orden del Sr. Alcalde. Guardamos silencio, pensando que iba a decir que el dinero de la república ya era válido. No fue así. La ilusión de poderlo gastar se desvaneció. Sin embargo no perdimos la esperanza de que algún día, no muy lejano, pudiéramos escuchar el bando que diese legalidad a nuestro dinero.
He dicho nuestro, porque acto seguido, comenzamos el reparto de billetes, empezando por los más grandes y terminando por los más pequeños, hasta que se terminaron todos. Una vez repartidos a partes iguales, no recuerdo si todos recibieron la misma cantidad, uno de ellos se fue a guardarlo en un lugar muy raro para que nadie se lo encontrase. Junto al “barranco de las cochinadas”, donde todo el barrio tiraba los escombros, donde años después edificaron al Bar del Sucre, como la pared no estaba enlucida, entre dos piedras metió el dinero.
Un chaval bastante mayor que nosotros, que había visto de lejos el corro de chavalines cuchicheando y haciendo el reparto, siguió a éste, y cuando dejó el campo libre, se acercó, lo cogió y se lo llevó a mi madre. Le dijo que su hijo Paquito había repartido mucho dinero a los amigos y él había cogido la parte que uno de ellos había escondido entre las piedras de la pared.
Como mi padre se había pasado seis años en la cárcel, posiblemente por no ser adicto al régimen, mi madre pensó que aquello podría motivar que volviesen a ponerle preso. Cuando llegó mi padre a casa, mi madre le contó lo ocurrido. Sin pensárselo dos veces, cogió mi padre los billetes, me llamó y me preguntó si sabía yo algo de aquello:
-¿Tú conoces esto?
-¡No!- Contesté secamente.
Volvió a preguntarme lo mismo y le contesté negativamente de nuevo. Así estuvo preguntándome más de diez veces lo mismo y yo le contestaba siempre lo mismo. Que no sabía nada de aquello. Cada vez levantaba más la voz, amenazándome con pegarme. Pero, como yo no reconocía conocerlo, se quitó el cinturón, comenzó a pegarme en el culo y seguía preguntándome y yo negándole. Pegaba y pegaba sin parar. Dejó mi culo hecho un globo hinchado. Siguió pegándome en la espalda en los hombros, en la cabeza y donde le venía en gana. Perdió la noción de la realidad y, cuando ya no podía más, dejó de gritar y me cogió mi madre, me lavó la sangre, me curó las heridas con una pomada milagrosa, de color rosa, que había traído mi padre de la cárcel en una caja redonda de metal y me acostó sin cenar, por orden de mi padre.
A media noche, mi madre me trajo la cena. Cené y dormí hasta la mañana siguiente, que mi madre me paseó por la casa de todos los amigos que habían recibido dinero en el reparto del día anterior, enseñándoles mi maltrecha espalda y mi culo traumatizado y se lo devolvieron todo.
FIN

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